SUS CUERPOS ESTÁN LLENOS DE CICATRICES, SUS ALMAS ESTÁN HERIDAS
Allison Hallen llega a un pequeño pueblo junto a sus padres con la esperanza de dejar su pasado atrás y comenzar de cero. Ahí conoce a Eiden, un chico que logrará meterse en su vida. Ambos son adolescentes que viven una existencia atormentada, con más traumas de los que cualquiera a su corta edad podría soportar. Juntos intentarán sanar y ser felices… o acaso terminarán perdiéndose más.
¿Cuántas veces te han lastimado por un suceso que te marcó de por vida, que te hizo sentir que el mundo se quebraba y te asfixiaba?
¿Has sentido el miedo a que esa herida nunca se cierre, a nunca poder superarla?
Ese miedo que se siente como una neblina negra, que te atrapa y te obliga a sentir el dolor en carne viva.
¿Cuántas veces has pensado que en cualquier momento podrías llorar hasta vaciarte, hasta que no quede más… sangrar hasta que no quedé nada de ti?
¿Lo has hecho?
Yo sí, y pensé que en algún punto me iba a quedar vacía de lágrimas y sangre. Pero nunca pasó, porque poco a poco esas heridas se fueron transformando en cicatrices.
Una cicatriz es como un curita que se va sobreponiendo a nuestra pena: nos alivia, sí, pero no hace que olvidemos nuestra herida. Una cicatriz también es un recordatorio de lo que pasamos, de lo que somos, de quiénes fuimos y de lo que queremos ser.